La Escuela Preparatoria Regional de Arandas nació como escuela incorporada en el año de 1969 y en septiembre de 1979 se oficializó como módulo de la Escuela Preparatoria Regional de Atotonilco el Alto "Margarito Ramírez Miranda". En septiembre de 1990 se dictaminó su regionalización y en abril de 2001 se le denominó Escuela Preparatoria Regional "Dr. Juan López y López" en memoria del Dr. Arandense de gran espíritu universitario y distinguido en la Universidad con el grado de excelencia. Adhiriéndose a ésta de manera oficial los módulos de Jesús María, de San Ignacio en el año de 1990 y los grupos de extensión de Santa María del Valle a partir de agosto de 2006.
El doctor Juan López y López
El Dr. Juan López y López es el octavo hijo de diez que tuvo el matrimonio formado por José Trinidad López Martínez y Eloísa López Bustos. El primero, hombre de campo, originario de La Presa de López, Arandas, Jalisco y doña Eloísa, quien tenía mucho porte y guardaba cierto señorío, procedente de Purísima de Bustos, en San Francisco del Rincón, Guanajuato.
Sus hermanas y hermanos, Josefina, Luz María, Felipe, Trinidad, Ricarda, Rita, Pilar, María de Jesús y Abigail, quienes nacieron en la Presa de López; (a unos veinte minutos de Arandas). Juan nació en una casa que tenían para pasar vacaciones, más cerca del pueblo, justo ubicada en el rancho del Chilarejo, cuyas tierras eran regadas por el río Gachupín a su paso por Arandas.
Esta es la transcripción de su acta de bautismo: “En la parroquia de Arandas, a 16 de enero de 1926, yo, el presbítero Albino H. Vázquez, bauticé solemnemente a Juan que nació el día 3 a las 12:00 p.m., en el Chilarejo; es hijo legítimo de José Trinidad López y de Eloísa López; abuelos paternos José Trinidad y Lucía Martínez, abuelos maternos Juan y Ricarda Bustos. Padrinos Lucas de la Torre y Josefina Hernández (Rúbricas)”.
En palabras don Alfonso Fonseca Fonseca +, “En 1926, anno en que nació Juan López y López, quien sería uno de los más grandes cardiólogos, un humanista consumado, arandense ilustre, universitario de grandes proporciones, el pueblo de Arandas que conoció “Juanito” era un caserío disperso en tierra colorada. Un mosaico encendido en su infancia promisoria de vida en su gente, un andamio de madreselvas, ese júbilo de amapolas conmovido hasta el alma en la estancia de nuestra existencia”.
Así en este Arandas, prodigio de cuna, estrella en los brazos del siglo XIX para ser, en el siguiente siglo XX, ese inesperado deseo de progresar, ese tiempo en el litoral de los andamios para recorrer, día con día, con la esperanza abierta al paso de los días en la colección de semanas, el álbum de los meses en la estricta historia de los annos, nace otro ilustre arandense, quien vive los primeros annos de su vida en la Presa de López, y a los setenta annos, con toda una vida consumada, construida en un admirable entorno de valores familiares, comienza el retorno a la casa de la infancia, a los recuerdos de los primeros ayeres, al lugar donde se fraguó el carácter disciplinado que durante toda su vida lo volvería ejemplar.
Desde muy pequeño, “Juaneco” mostró interés y facilidad para el estudio, era ya desde pequeño un muchachito que poco a poco iba definiendo qué quería ser de grande, de tal forma que parece que el tiempo sólo contribuyera a consolidar y fortalecer esa definición entre lo que pensaba y quería.
En el camino de la superación
Pues bien, este arandense sobresaliente, comienza a cursar sus estudios a los 8 annos, en 1934, en la Escuela Oficial del Estado número 22, en la ciudad de Guadalajara. En 1940, ingresa en la Secundaria para varones número 1 y en 1943, se inscribe para cursar el Bachillerato en la Preparatoria de Jalisco.
Desde muy corta edad había descubierto que había cosas más interesantes que los lujos, así que siempre fue austero y más bien dio importancia a lo esencial. Don Juan era un hombre bastante despreocupado de lo material, tal como había sido su padre, había heredado el mismo carácter. Era por definición un hombre desprendido.
Exigente siempre y en todo, ya se tratara del ámbito humano o del profesional. Este carácter riguroso le servía de rasero para ubicar a las demás personas.
Además de las cualidades que se le reconocen a “Juaneco”, podemos hablar también de su afición tan singular al equipo de fútbol de las Chivas del Guadalajara. Verdaderamente, el equipo de sus amores. Cada vez que podía bromeaba con sus amistades sobre el mejor equipo de fútbol, indiscutiblemente “sus Chivas”.
Recordado y querido por muchos que lo conocieron como médico, profesor o deportista, todos coinciden con el recuerdo que tiene de él su familia, siempre fue una persona jovial, alegre, cariñoso, desprendido, solícito, recto, de gestos y actitudes delicados y de palabras fuertes contra la mentira y la injusticia. En una palabra, amante del ser humano genuino y auténtico.
Se casó en los Estados Unidos, en 1954, con la enfermera titulada Vesta Rose Tylor, a la que siempre consideró como la mayor bendición de su vida, quien siempre lo entendió y apoyó sin medida alguna. Procrearon dos hijas, llamadas Saralyn y Rosy y cinco hijos, Juan, Franclyn, Felipe, Jaime y Larry quien falleció a la edad de seis annos (1960-1996) y a quien, como buen padre, ininterrumpidamente durante 5 annos visitó en el panteón, ya fuera por la mañana o por la tarde.
Formación profesional
La formación profesional la iniciará en 1945 y durará los siguientes seis annos, en los cuales cursa la carrera de Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara. En 1951 obtiene su título de Médico Cirujano y Partero.
Desde los últimos annos de su carrera de medicina, es decir, de 1949 y hasta 1952, con el apoyo de la madre Superiora, don Juan vivió prácticamente en el Hospital civil. Practicando bajo la tutela del Dr. Alfonso Topete, realizando además, de experimentos en perros en el Laboratorio de Cirugía Experimental de la Facultad de Medicina, todo esto con la finalidad de descubrir nuevos métodos y técnicas quirúrgicas y tal parece que el entusiasmo que se despertó en estos experimentos lo impulsó a continuar con sus estudios en los Estados Unidos.
En 1952, continúa sus estudios en los Estados Unidos, a donde viaja solamente con dólares prestados por el entonces Rector de la Universidad, Ingeniero Matute Remus.
Cuando el doctor Juan decide continuar sus estudios en el extranjero, ya es el único hombre de la familia, su papá había fallecido tiempo atrás y él había sido en parte el sostén de la familia.
Durante su estancia en aquel país, se incorpora al Hospital Touro en Nueva Orleáns, en donde logra una de las distinciones que más apreciaba, pues fue nombrado el “Interno del Anno”, (Interne of the year 1952-1953. Award. Touro Ifirmary Hospital New Orleáns. Lousiana) convirtiéndose así en el primer médico latino que logra esa distinción y como hoy recuerda su esposa Vesta, enfermera en aquel hospital, “Era difícil que por unanimidad doctores y enfermeras eligieran a un médico como interno del anno, siempre había diferencias, pero en el caso de Juan no las hubo. Todos hablábamos de su carisma, su simpatía y su trato siempre amable con las personas, aunque no supiera todavía inglés... Esto era cierto, entendía los problemas de los enfermos antes que hablar el idioma. Yo le ayudaba a escribir el historial médico de sus pacientes.
Desde 1959 hasta 1963, labora como médico adscrito en el servicio de Tórax y Cardiovascular en el Hospital Civil de Guadalajara.
En 1963, ante la posibilidad de desarrollar su proyecto de Cirugía con Circulación Extracorpórea, cambia de adscripción y es nombrado Cirujano de Tórax y Cardiovascular en el Hospital General del instituto Mexicano del Seguro Social en el Hospital Ayala (Clínica 45 del IMSS).
En 1973, aproximadamente, conforma el Servicio de Cirugía Cardiaca, donde realiza la primera cirugía con circulación extracorpórea en el occidente del país.
En 1987, a sus 61 años, se jubila del IMSS, con la satisfacción de que el grupo de cirugía cardiaca del cual él era el jefe, había realizado más de 4,600 cirugías con circulación extracorpórea.
En ese mismo año se abre el Nuevo Hospital Civil de Guadalajara y es invitado a participar como Jefe de la División de Cirugía. Pero, ante el peso administrativo de la situación y la complejidad política de esta nueva institución decide renunciar y vuelve a aceptar la jefatura de Cirugía Cardiaca del Centro Médico de Occidente.
En 1989, a sus 63 annos, con un grupo de doctores, logró en poco tiempo iniciar con un nuevo programa de Cirugía con Circulación Extracorpórea en el Hospital Civil de Belén.
¿Cómo entendía don Juan su profesión?
El testimonio de sus hijos es unánime, su padre vivía su profesión con pasión, entregado en “alma, corazón y cuerpo” a sus deberes, de tal forma que su quehacer era un apostolado más que una profesión. No le importaba tanto su fama o prestigio cuanto la salud de los enfermos. El primero y único paso era poner al médico, la medicina y la salud al servicio del enfermo y no había lugar a segundos pasos. Como doctor, trataba de ser simplemente un medico por el cual sus enfermos recuperaran su salud, a diferencia de colegas que él mismo criticaba, quienes solían ver en los menesterosos de salud un medio para alcanzar honra, riqueza o influencias, según lo confirman algunas de las personas que fueron intervenidas por el doctor.
Al parecer casi nunca mencionó que el índice de mortalidad en sus cirugías, fue de alrededor de 4.5% cifra considerada como el estándar de calidad para los grandes centros de intervención quirúrgica de este tipo en el mundo, con la diferencia que las realizaba en un hospital que no contaba con todos los implementos con los que cuentan otros hospitales en el mundo.
Don Juan era un enemigo de títulos y de los reconocimientos, no obstante, recibió varios de ellos, entre los cuales podemos mencionar los siguientes:
- En 1980 el Instituto Mexicano del Seguro Social lo reconoció y premió como Médico Cirujano del anno a nivel Nacional, otorgándole una Medalla, Diploma y premio en efectivo el Presidente de la República Mexicana, José López Portillo.
- Padrino de la generación “Doctor Juan López y López” de la Escuela Preparatoria Regional de Arandas, 1987-1990.
- En 1981, el Honorable Ayuntamiento Constitucional de Arandas, a propuesta del regidor Guillermo Hernández se nombró a una calle de nuestra ciudad “Dr. Juan López y López”.
- La administración del nuevo Hospital Civil autorizó en 1996 que el octavo piso llevara su nombre.
Espíritu de excelencia
Tal vez una de las cosas que más tengan presente quienes fueron sus alumnos sean su capacidad como cirujano de tórax y corazón, su vastedad de conocimientos en la materia y el hecho de que aún siendo una persona ya mayor seguía actualizándose y enterado de los avances y progresos conseguidos en su ámbito. Sin embargo, también dejó huella en sus alumnos de aquellos annos el desprecio radical que tenía hacia la ignorancia y la negligencia médica mostrada por algunos doctores; su enojo a la falta de entusiasmo por actualizarse, toda su vida invitó a los jóvenes a aprender de los médicos con los que convivían en lugar de perder el tiempo. Para estas cosas, como el error, la pusilanimidad, el desinterés o la indiferencia, no se andaba con rodeos, utilizaba un lacerante lenguaje.
Nuestra Alma Mater, la Universidad de Guadalajara, no podía distinguirlo de otra manera, ahora que ha dejado de existir físicamente entre nosotros, sino considerándolo como un hombre poseedor de un envidiable espíritu de excelencia, modelo a seguir por todo universitario, para que quienes se esmeran por aportar su vida y conocimientos para el progreso y desarrollo de sus comunidades, encuentren en este universitario a un ilustre hombre dedicado, como ángel de corazón, a acercar los beneficios de la medicina al jalisciense necesitado.
Por su calidad y su vida dedicada a la cirugía de corazón, nuestra Máxima Casa de Estudios, nos propone a este modelo ente modelos, como ejemplo de diálogo que debe existir entre la ciencia y el hombre, entre la preparación profesional y el servicio al ser humano.
Falleció el 17 de julio de 2000, a la edad de 74 annos, después de sufrir durante los últimos annos con una enfermedad hepática (hepatitis C), irónicamente por contagio con uno de sus pacientes.
Hombre sencillo, de honestidad incomparable, de carácter recio ante la pusilanimidad, y de poca tolerancia hacia la apatía y la altanería, poseedor de un espíritu de excelencia, ejemplo de humanidad médica, de desprendimiento y generosidad, don Juan es un arandense entre arandenses, e un modelo a imitar por su inquietud y dedicación, por su actitud positiva ante las adversidades, por su gentil y profesional servicio como cirujano, por ser un hombre que invita a vivir latiendo al ritmo de un corazón, por ser un enamorado del servicio de calidad a sus semejantes.